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viernes, 25 de septiembre de 2009

BRITISH MUSEUM:Del expolio a la profanación...


Mi primera visita al British coincidió no por casualidad con el primer viaje a la capital del Imperio de Su Majestad.
Reconozco que la primera sensación que tuve fue de absoluta fascinación.
Acabábamos de entrar y lo primero con lo que nos encontramos tras una marabunta de visitantes y curiosos con aspecto de profanos domingueros fue nada más y nada menos que con la “piedra filosofal” de nuestra civilización.
Ante nosotros se mostraba tras una pequeña urna, la piedra Rosetta, el código que ocultó un lenguaje que durante siglos creímos indescifrable.
No esta mal para empezar- pensé.-
Paseamos por la planta baja de aquella sala tratando de digerir las maravillas del arte egipcio. Entre bustos de faraones semidioses, y bajo relieves hieráticos de extraordinaria calidad, nos adentramos en el arte de las civilizaciones asiáticas como si nos encontráramos en un gigantesco parque temático para amantes y frikis de la Historia y del Arte, o ambas cosas a la vez.
Sin embargo mis sensaciones comenzaban a cambiar. Me sentía como un londinense del siglo XIX incapaz de salir de aquella gran capital infestada de insalubridad que apenas consigue aplacar sus ansias de conocer mundo con las palabras de unos locos aventureros que tenían menos de filantrópico de lo que jamás quisieron que supiéramos.
Tal vez en aquella época tuvo un sentido atraer hasta este lugar los tesoros de otros pueblos para que el “hombre civilizado” pudiera maravillarse con ellos. Pero en ningún caso podemos reconocer legitimidad para robárselos a sus gentes bajo el fundamento de que el conquistador es dueño y señor del conquistado y de todo lo que a él le pertenece.
Alguien me preguntó:


-¿En pleno siglo XXI estos países no les reclaman sus tesoros?- con la misma retórica que mi dulce compañera respondí: ¿ Acaso crees que se los devolverían?


Es evidente que nos encontrábamos en medio de un expolio de dimensiones tan colosales que a veces entre tanta belleza se le olvida a uno recordar que esto no debe ser justo.
En todo caso, nuestros deseos convencieron a nuestra voluntad de continuar la expedición por aquel extraño lugar. Pero ese mal sabor de boca que intentábamos masticar para no sentirnos cómplices del mayor hurto jamás contado, se convirtió en abominación cuando entramos en la sala de los sarcófagos egipcios.
Los visitantes se hacían fotos al lado de la momia de la mismísima Cleopatra mostrando una sonrisa de sandia y una falta de escrúpulos cuanto menos peligrosa, y que nos recuerda que las cosas no han cambiado tanto como creíamos en los últimos doscientos años.
¿No saben lo importante que era para esta civilización el culto a la muerte? ¿ Qué pensaríais si mañana alguien se acerca a un cementerio cristiano y profana una tumba para colocar el cuerpo aun incorrupto de un ser querido en una vitrina de cristal a los ojos y los flashes de unos estúpidos e ignorantes turistas?
Sentí autentica repulsa por encontrarme allí y participar de aquel juego macabro; así que decidí salir de aquel ciclópeo laberinto sin haber descubierto aun las tropelías que se ocultaban tras el segundo pabellón; aunque no era necesario imaginar, a lo lejos se observaba un moai característico de la Isla de Pascua con gesto inalterable.
No he vuelto a visitar el British, y creo que jamás volveré.
Sé que muchos de vosotros pensareis que exagero, y que no es para tanto...
Sé que ninguno de los que lo pensáis pertenecéis a una de las culturas que un día fueron expoliadas o que aun hoy son profanadas por simple curiosidad.
Pensad vosotros si en tal caso no cambiaríais de opinión.

                                                                                                                   Pablo Moro.
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